Comentario
Alrededor de los imperios Malí y Kanem-Bornu, en la zona que bordea al Sáhara entre el río Níger y el lago Chad, aparecieron también en esta época una civilización y unas unidades políticas nuevas, siempre en relación con el comercio entre el Ártica sub y suprasahariana. Esta civilización, de la etnia hausa, apareció en el siglo XIV y se prolongó más allá del siglo XVI.
La base social fueron poblaciones agrícolas, sin estructuras estatales, que vivían en comunidades aldeanas independientes y practicaban cultos animistas. A lo largo del siglo XIV, coincidiendo con la aparición de los mercados y el desarrollo de ejércitos profesionales, fueron cristalizando una serie de entidades políticas cuyo núcleo era una ciudad fortificada gobernada por un rey-sacerdote con funciones fundamentalmente religiosas. Alrededor de estos reyes se fueron formando unas aristocracias de oficio que dominaban totalmente a los campesinos libres (talakawa), sobre los que recaían todos los tributos.
Los hausa, con su peculiar forma de organización política, se habrían ido extendiendo desde su ciudad-madre de Daura, llegando a formar una serie de ciudades-Estado, de entre las que destacan las llamadas siete ciudades legitimas formadas por Daura, Kano, Zarja, Katsina, Rano, Gobir y Wangara. El Islam fue introducido en estas ciudades, a finales del siglo XIV, por comerciantes malinkés, y en algunas de ellas, como en Kano, se implantó con mayor profundidad en el siglo XV, llegando el rey a mandar construir mezquitas e introducir el derecho coránico. Pero esta apariencia oficial no nos debe deslumbrar ya que la gran masa de la población continuó con sus ritos ancestrales, e incluso el propio rey ejercía su autoridad como jefe supremo de la religión tradicional.